¿Yo fui lorna? Tal vez...

Estaba leyendo el blog de Chinasky00 después de mucho tiempo que me aleje del mundo blogueril. Tiene posts muy buenos, como otros un poco dark, pero debe ser la época. No soy nadie para criticar, pero es un blog que me entretiene. Leí un post suyo que hablaba de un pata al que le decían Carapulcra, de solo recordar ese nombre muchos recuerdos me vienen a la cabeza, y no por que yo haya tenido problemas con el acné, sino por las personas que he conocido y que han sufrido una chapa como esa.

Pero el tema principal era acerca de las lornas, osea los monses del cole. Aquellos pobres infelices a los que nadie quiere, que pueden odiarlos, pero que son marginados. Y hasta donde recuerdo yo no era lorna... ¿o si? Tampoco era de los populares o los “vivos” como les decía yo. Yo creo que era uno más, indiferente, pero uno más.

Recuerdo que en primaria si era medio lornón, era chanconcito y hasta me disputaba el primer puesto de la promo con amigos y amigas. Aunque con pocos amigos. No recuerdo que me hayan metido n lapo, o que me hayan escondido mis cosas, pero si que se alejaran de mi. Y no por ser apestoso, sino por ser... yo mismo.

El colegio no es una etapa que me gusta recordar, no tengo buenos recuerdos, tal vez algunos malos, pero si recuerdo claramente el momento en que deje de convertirme en un apellido y empecé a tener un nombre, por más común que sea, como el resto del salón. Fue en quinto de secundaria, algo tarde por cierto, que para una fecha festiva mi salón se ofreció a levantar una obra e inaugurar el anfiteatro que se construyó ese año. Ese fue mi pinino como escritor, escribí el guión de la obra Lady Oscar, basándome en hechos históricos y demás. También escribí la obra por el día de la madre y eso me dio más ¿fama? Igual seguía siendo el pobre y triste huevo frito que todos recuerdan, pero al menos tenía presencia.

Había un pata que era el rudo del salón, una mulasa más agarrada que yo, todos lo eran, que le gustaba joder a todos por igual. No tenía amigos, y su claro comportamiento violento era la excusa perfecta para ello. Como empecé en mi etapa de escritor, escribí mi primera novela “La venganza” que presente para un concurso de cuento. La profe se asustó, (en la historia mataba a toda al gente de mi promoción... que hay de malo en ello?), y mis patas al leerlo como que empezaron a respetarme. Me gané el apelativo de “muerto” y no solo por la apariencia física (el uniforme gris no ayudaba mucho) sino también por mi lúgubre visión de los mocosos asustados. Un día este patán, me seguía a mi casa, supongo que a joder, y yo me percate de que lo hacía. Entonces, en el camino pedregoso que tomé, me agaché y tomé una piedra con la que me paseaba camino a casa. El pata se me acercó y lo primero que vio fue la piedra apuntarle a la cara, no se la iba a tirar, pero el patán se asustó y me dijo que me tranquilizara. Y desde entonces a todo el mundo le dijo que yo quería asesinarlo. Ok, no es la mejor historia para contar del cole, pero me gané un extraño respeto. No fui la lorna completa, pero si el asesino en potencia del futuro. Me di cuenta que para que te dejen de joder en el cole, puedes hacer dos cosas, o ser muy amable y amigables con ellos y formar parte del grupo de los “vivos” o crearte una imagen que asuste. No me gusta la segunda opción.

No, no por favor. No te vayas, no te voy a matar... sigue leyendo que pronto habrá más. Tal vez deba hacerle caso a Daniellha y empezar a hacer yoga. No soy una persona violenta, creo.

Fotografía cortesía obligada de aquí.