La esquina de Pechi.

Cuando era un púber imberbe (léase sin barba) vivía en Barranco. Aquel distrito me trae un montón de recuerdos.

ADVERTENCIA: Si has vivido en Barranco y/o lo conoces, puede que al leer este post también te sientas nostálgico o nostálgica.

No recuerdo bien como fue que llegué por esos lares hace unos días, pero vi el lugar bastante cambiado a como lo recordaba. Yo vivía en la Calle Vigil, a dos cuadras de la Plaza Butter, plaza en la cual hacía mis colas para recoger el aceite, la leche Enci y el azúcar que mi viejita traficaba humildemente como el mejor zar de la coca, durante el primer gobierno de Garcia. Ahora la plaza tiene bancas y un mejor aspecto que probablemente me hubieran traído mejores recuerdos si los hubiera gozado.

Mi lugar favorito era un sitio cuyo nombre ya no recuerdo, pero donde comía los mejores (eran los únicos que había probado a tan inocente edad de 25 años) omelettes de Lima, quedaba en la calle Grau, siempre llena de locales que ahora todos han cambiado. Ahora si me siento tío. El Monterrey donde una vez me confundieron con un pirañita queriéndose robar un Cua Cua se convirtió en un supermercado y mi escuela de karate se convirtió en... algo que no es una escuela de karate. Ni la esquina de San Fernando sigue siendo la misma y Pizzas Raúl desapareció así como la desilusión de su buen gusto. Ni si quiera vi si el chifa cucarachero donde mi pata Lalo acostumbraba a almorzar, seguía abierto, supondré que no.

Acá en la Plaza los serenos nos echaban al trago, solo por que "no se puede tomar licor en la plaza". No hay derecho, caracho!

Por otro lado, me dio pena pasar por el Cine Balta, que ahora es un supermercado ECCO, pues ya no podré asistir a ver valientemente mis películas triple X con mi ladrillo y mi palo (el ladrillo para sentarse, el palo para alejar las ratas). La sanguchería Mostros sigue estando en el mismo sitio, pero el cine Premier ahora es el casino Premier, caraxo, como prevalece el vicio.

Sin embargo, lo que más me llamó la atención fue la calle donde vivía (la mencioné líneas arriba por si te perdiste) ahora si parece una calle de verdad. Yo vivía en la cochera de una de esas casas, alquilada por supuesto desde que nos echaron de la Villa Militar. Teníamos una vecina que tenía dos o tres hijos (no recuerdo), a una de las joyitas de esta familia la chapé infraganti “buscando un arete” en el auto de su novio (y a algunas de sus amigas en el edificio de al lado bailando perreo sin música). La tía también tenía una hija que era autista, una chica bastante subidita de peso con cara de pocos amigos.

Dicen que cuando nació Pechi, nació con su hermana gemela. Ambas eran chicas muy alegres y coquetas, pero si mal no recuerdo tenían un problema con la tiroides por lo que ambas empezaron a engordar. A los pocos años, aún de niñas, la hermana muere y Pechi se quedó triste, se le cruzaron algunos chicotes y se encerró en una burbuja de la que nunca pudo salir. Desde que la vi por primera vez, era como ver a Montaña Fiji (si, la de Glow) con faldas largas pasearse por las calles de la zona. A veces la encontraba fumando y otras con su guitarra que nunca tocaba bien, siempre sola y sin nadie que la acompañé. Su hermana la gritaba feo y muchas veces la trataba mal, son cosas que a uno le joden, pero que no puedes meterte (eso de meterse en problemas de terceros lo aprendí muy bien hace varios años).

Recuerdo que le tenía miedo, yo era un pequeño dragonzuelo (léase dragón mozuelo) que siempre que salía al cole la veía frente a su casa, siempre la saludaba por educación pero nunca recibía el saludo de vuelta. A veces nos cruzábamos cara a cara y temía que me agarrara a guitarrazos por que simplemente le entraba las ganas de hacerlo. Me imagino a Pechi tocando su guitarra como si espantara las moscas con fuerza, me la imagino en el mismo sitio, frente a su casa en la seudo esquina a mitad de la calle, sentada fumando su cigarrito viendo como la gente pasa sin decirle nada, me la imagino aún paseándose por las calles como si fueran de ella. Callada, siempre callada. Cuando pasé por Barranco hace unos días, pasé por mi antigua calle, todo estaba diferente se veía más bonito y pensé que a la única persona a quien podría reconocer sería a ella, después de todo era el único espacio que ella habitaba.

Me podría quedar hablándoles de lo que hice en la Plaza de Barranco los sábados por la noche, de cómo gastaba mi plata en los juegos de video, de cómo me asaltaron en más de una oportunidad para quitarme unos videos de Betamax (ósea cuando tenía que cruzar medio Pangea para llegar al otro lado del mundo), las veces que jugaba carnaval con las vecinitas regalonas (unas más que otras) y las veces que hice cola para entrar a las grabaciones del Triki Trak y le compraba los sanguchitos de pollo a Christian Thorsen.

Cuantos recuerdos me trae Barranco.