Tal vez algunos de ustedes lo conozcan, tal vez algunos no, pero cuando me preguntan “¿Qué es Zúñiga?”,mi respuesta es siempre la misma.
“Zúñiga es un pequeño lugar al sur de Lima, donde el 98% del pueblo es mi familia.”
Y no miento, Zúñiga queda en Cañete, a media hora de Lunahuana. Para los que conocen la zona y han estado por esos lares, saben que el lugar es un pequeño paraíso, nada del otro mundo, donde la naturaleza no se ha extinguido y la mano del hombre es la principal forma de vida. Al menos a mi me gusta. Sol todo el día, aire puro, sin ruido, sin contaminación, sin violencia de por medio, un pequeño pueblo donde el infierno pueda ser grande.
Mi viejo nació allá, bajo el cuidado de mi bisabuela, que en paz descanse, mi viejo se formó ahí en sus años mozos hasta que llegó a Lima, se metió al ejercito y con condecoraciones y todo, hizo su familia en Lima junto a mi madre y nosotros, sus hijos. No voy a decir que fue un buen padre, pero si que es una gran persona. No sé si inconscientemente hice mi tesis en un tema que él conoce mejor que yo, en la elaboración de piscos, pero lo cierto es que su ayuda ha sido más que necesaria para sacarla adelante.

Zúñiga es mi lugar de escape, es mi paraíso solitario, es mi rincón sin recuerdos donde nada, ni nadie me atormenta. Es mi página en blanco, mi tabula rasa, mi guión sin leer y sin escribir. Habré pasado algún par de aventuras en ese lugar, pero nada que me mortifique ni me destruya. Es Zúñiga.
Lo conozco desde pequeño, desde que tengo uso de razón, mis viejos ebrios hasta el tuétano nos regalaban dinero a mis hermanas y a mi cuando se los pedíamos, era el momento de aprovecharnos. Conocí el lugar donde mi viejo creció, junto a mi bisabuela que si llegué a conocer, y que cuando puedo voy a visitar al cementerio, y a mi abuela materna también en el mismo panteón. Eso es un deber más que una obligación. La finca de mi familia terminó por convertirse en dos hoteles, donde mi viejo y mi tío ahora subsisten. Cuando quieran, los interesados, me pasan la voz y nos damos una escapada por allá. Diva invitó a sus blogoamigos a su nuevo depa en Colombia yo hagó lo mismo para los que quieran ir a Zúñiga.
Zúñiga es un buen lugar para comer, no es el Astrid y Gastón, pero la comida es buenaza, al menos la pareja de mi viejo tiene chispas de cocinera que hace a veces bien las cosas. Extraño a Santos, su antiguo trabajador, que cocinaba mejor.
Zúñiga también vivió el terrorismo y eso afectó a todos por igual. Ya ha pasado el tiempo, y esa zona se volvió fujimorista por todo lo que el chino hizo por ellos, aunque incompletos. Hizo la carretera hasta Lunahuana, que ya es más que suficiente, pero alejó a los terrucos para siempre.
¿Qué hay para conocer en Zúñiga? Bueno, están las huacas a donde siempre llevo a mis amigos que viajan conmigo, esta la piedra de la Calavera, está Apotara, un pequeño pueblo más abajo, esta el río donde sacan los camarones y obviamente los terrenos del viejo y del abuelo, donde somos bienvenidos a sacar lo que queremos. Frutas por doquier, paltas, manzanas, mandarinas, hasta fresas. Y si eso no les basta, mi abuelo y su selección de Piscos ganadores de la región, ganó hace un año al mejor pisco artesanal, nos invitará a degustar todo lo que queramos por compañía. Mis amigos, son amigos de la familia y por ende también de Zúñiga.
Zúñiga es el único lugar donde a cada paso encuentro a un familiar. Siempre sucede que alguien se acerca a nosotros, mi viejo y yo, y mi viejo termina diciéndome “¿Te acuerdas de fulanito que te presente ayer/estuvo en el hotel?, Él es el tío/sobrino/hermano/primo segundo de la tercera esposa del abuelito Manuel” Vaya! No recuerdo todos los nombres, es como aprenderte una guía telefónica de bolsillo, pero al final todos me reconocen... es el hijo de Dragón del 116 (mi viejo es del 11 de junio y yo del 9, dragones ambos).
He leído muchos posts donde más de uno busca la tranquilidad en su vida, y más de un amigo me ha dicho que desearía encontrar un lugar así para pasar el resto de sus días, así como lo hace mi viejo con su nueva familia. Él quiere morir allá y ser enterrado allá, junto a su madre y a su abuela, y lo que le quede de vida, pasarla preocupado solo por si su gallina ponedora puso la docena que necesitaba o si la uva le alcanzó para hacer sus vino y su pisco. Aunque él ya no pueda hacer trabajos manuales siempre está presente en todo lo que puede, verificando que las cosas se hacen bien, despreocupado si tiene que pagar el seguro, o ir al hospital, o tener que pagar tarjetas de crédito o boletas del colegio, etc, cualquier cosa que lo estrés.
Es probable que yo tome su lugar en algún momento. No por quitarlo de paso, sino por hacer lo que él hace. Estar en algún lugar del mundo, escribiendo los fines de mis cuentos e historias, terminando la saga de los Dragones del 96, perdiéndome todo lo que el mundo pueda ofrecerme. Perdiéndome quizá nuevas y conocidas experiencias, pero mientras tanto viviré las mías aquí o allá, y si tengo suerte tal vez termine en Zúñiga. O tal vez no.
Me olvidaba, solo llueve dos veces al año y peor que en Cajamarca. Los mosquitos te violan en cada momento y a veces hasta en sitios donde nunca podrías creer. Las noches de invierno son tan frías como pasarlas en la nevera de tu jato y siempre, siempre estarás en boca de todos. Yo creo que es un precio muy bajo por la tranquilidad que te da el lugar. No sé ustedes, pero aunque el lugar sea pequeño, para mi es un lugar donde siempre encuentro algo nuevo... mi página en blanco, mi tabula rasa, mi guión sin leer y sin escribir. Habrán muchas aventuras por pasar en ese lugar, pero nada, nada que me mortifique ni me destruya. Esa es mi Zúñiga.